Tema del mes de Julio'09: ¿Y qué hacemos con las asociaciones?
Vaya por delante nuestra firme convicción de que las asociaciones, sobre todo aquellas compuestas por jóvenes, son un cauce de participación fundamental para cualquier sociedad que se precie de serlo. Sin asociaciones los sistemas democráticos son huérfanos a la deriva en manos de la voluntad, buena o mala, de los políticos y ésta situación no es buena para nadie, tampoco para los partidos.
Hemos cambiado sí, ni para mejor ni para peor, simplemente hemos cambiado y como bien decía Alberto Soler en su artículo del mes pasado en este blog, esa son las lentejas: o las tomas o las dejas.
La verdad es que la situación es muy compleja ya que el propio sistema ha pervertido la esencia básica de una asociación, si entendemos ésta como un canal de participación de las personas en la sociedad y un medio para aprender a ser ciudadanos, que nos acostumbra a trabajar en equipo, a negociar, a planificar, a conocer el funcionamiento de la administración pública…Los que hemos tenido la suerte de pertenecer a estos movimientos sabemos de qué hablamos y somos conscientes que esa formación no la enseñan en ningún curso ni en facultad alguna.
La realidad es otra. Los datos sobre pertenencia a asociaciones varían pero en el mejor de los casos no pasa del 10% y, en mi opinión, con ese dato se es muy optimista, además de incluir a las asociaciones deportivas.
La alta participación que existía a finales de los setenta y principios de los ochenta ha pasado a la historia, como también ha pasado el momento en que se vivió. Ahora estamos en otra situación y la población joven está más pendiente de otras muchas cosas antes que calentarse la cabeza en sacar una asociación adelante, hecho, por otra parte, que no es nada sencillo.
A la vez, nos encontramos con que la esencia de la que hablábamos antes parece que también ha caducado ya que el asociacionismo es participación y la participación, para que se produzca, implica que hay que estar inmerso en el proceso de toma de decisiones. Si uno no puede dar su opinión en el seno de un colectivo o que ésta sea debatida por todos los miembros, podrá llamarse como queramos pero….
No se trata de ser puristas, se trata de afirmar que entre todos la matamos y nadie hace nada. Cómo podemos llamar asociación a un invento, que a pesar de ser legal y legítimo, es un intento de 3 personas recién tituladas que quieren buscarse la vida, donde no existe la posibilidad de que participen otras personas interesadas o, como mucho, lo único que queremos son voluntarios que hagan lo que les mandamos pero que no pueden incorporarse al proceso de decisión. Sí, es una fórmula de autoempleo, muy bien, pero está deslegitimando la idea de cauce de participación porque no lo es. Qué decir, también, de asociaciones que no son más que empresas encubiertas formadas por tres personas desde hace años.
Todo esto podría estar muy bien si, como decíamos, no hubiera desvirtuado la idea. Ahora te puedes encontrar jóvenes con 22 años, recién titulados de una carrera del ámbito de lo social, a los que se supone unos mínimos conocimientos de lo que va la historia, que te digan abiertamente y sin reparos que van a montar una asociación para pedir subvenciones y ganarse unas perras. Si esto lo dice la gente que se supone que debe saber, qué pasará con los que no sepan.
Qué pasa con los técnicos de juventud que han de proponer subvenciones cuando reglamentariamente ven que una entidad cumple todos los requisitos de la convocatoria, pensada para ayudar a asociaciones a realizar sus actividades, pero que saben a la perfección que no se trata de una asociación sino de una actividad empresarial que ofrece servicios a la administración y que compite con otras empresas en distintas contrataciones públicas con formato de entidad sin ánimo de lucro.
Si, ya se lo de las ONL, ONG´s y más términos que se inventen para definir una cosa que ya sabemos, que son asociaciones sin más, tan buenas o malas como la asociación juvenil de un pequeño pueblo. Pero todas tienen la misma legislación e idénticas obligaciones fiscales y administrativas. Es sólo una terminología para diferenciar el ámbito de su trabajo. Está muy bien que el tercer sector emplee a un número importantísimo de trabajadores y que representa ahora mismo una cantidad importante en el PIB del país, pero en el camino nos hemos dejado la participación ciudadana.
Seré un nostálgico, pero se echa de menos grupos de jóvenes con intereses comunes que pongan en marcha iniciativas y actividades, sin otro interés que actuar sobre la comunidad en la que vive y hacer de su barrio, pueblo, ciudad o país un lugar mejor en el que vivir. Esto que ahora parece una utopía se está demostrando que no es así, que cuando a la población joven le das la libertad, las herramientas necesarias y el ambiente adecuado para participar lo hacen y de una forma extraordinaria. A lo mejor lo que falla es el formato, deberíamos planteárnoslo de forma seria.
Para ello, es necesario comprender que entre que “ya no se lleva”, la cantidad de documentación administrativa que hay que cumplimentar para constituir una asociación y que la gestión de la misma conlleva una dedicación considerable, cada vez hay menos interés en el asociacionismo. Incluso, hemos dado lugar a que los jóvenes, en general, vean como a unos pringaos a los que pertenecen a colectivos y entidades.
La legislación, la vertiginosa sociedad de consumo, el cultivo de la individualidad, la promoción hasta el paroxismo del voluntariado no participativo, la ausencia de educación para la participación en el sistema educativo que se debería convertir en una metodología y no en una materia, el estancamiento de las propias estructuras de interlocución de asociaciones, el tapón generacional por parte de algunos dirigentes en sus entidades y las propias asociaciones, encerradas en sus cuatro paredes, junto con la aparición de nuevos modelos asociativos más cercanos a lo económico que a lo social, hacen que la situación actual sea la que tenemos entre manos y estemos ante una solución difícil, pero que hemos de seguir plantándole cara.
Pero sería injusto olvidar en este artículo a muchos y muchas jóvenes que están aportando un trabajo excepcional a la sociedad a través de sus asociaciones, con pocos recursos y mucho curro están sacando adelante viejos y nuevos proyectos. A todos ellos/as, mi humilde reconocimiento.
Para terminar este artículo que sólo pretende abrir el debate pero que no tiene las páginas suficientes como para profundizar, recordaré el esquema básico de la participación, tal y como dijo en su día el profesor Manuel Sánchez Alonso: QUERER- PODER-SABER.
Querer como principio, es un acto personal, una decisión que se toma de forma individual, sin ella el resto es falso. Poder para que la estructura en la que quieres participar lo permita y no te ponga trabas para decir tu opinión y para, sobre todo, tener la opción de elegir y ser elegido, y por último Saber, porque sin formación es imposible comprender todos los procesos y siempre puede venir el listo de turno que tumbe tu idea porque tú no te sabes los estatutos o no eres un experto en juventud o asociaciones.
Si no se dan estos tres conceptos podremos llamarlo como queramos y, puede que hasta sea algo bueno, pero no será participación.
A estos tres términos les incorporaría el de Motivar, que es lo que está en nuestras manos para que los y las jóvenes puedan ver la participación en la sociedad como algo positivo, provechoso y, además, divertido (porque lo es).
Hemos decidido trabajar en este campo y no podemos mirar hacia atrás. Debemos de seguir construyendo y eso se hace con los materiales del tiempo en que vives y no con otros antiguos, más endebles y fuera de la realidad.
Juan F. Berenguer Martínez
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4 comentarios:
Como no había espacio para más en el artículo y se iba a hacer demasiado largo, voy a introducir aquí una reflexión más sobre el tema. A principios de los 2000, antes de la publicación de la ley de asociaciones, hubieron voces que manifestaron que se tenía la oportunidad de hacer algo en condiciones sobre la realidad del asociacionismo y no sólo adecuar un proceso que ya estaba caduco y que venía de 1964 y 1977. Se decía que se podía hacer algo parecido al tema de deportes, me explico: una legislación que regulara las grandes ONG y ONL y que fiscalizara las grandes sumas de dinero que menejan estas instituciones. Otra para aquellas asociaciones tradicionales que vienen funcionando desde hace años (tipo scout y otras entidades de funcionamiento estable) y por último una especial para aquellos jóvenes que quieren unirse para hacer algo concreto y con sólo un acta y su voluntad fuera suficiente para otorgarle categoría en entidad jurídica. Esto nos evitaría los problemas que tienen las administraciones para subvencionar iniciativas de jóvenes que no son asociación y por ello es muy difícil poder pagarles. Se perdió una gran oportunidad, lástima que los interlocutores de las asociaciones en ese momento no quisieran, supieran o les importase nada de esto cuando en la ley se especificaba claramente que lo importante era crear un gran sector económico y dar respuesta a las grandes ONG.
Las grandes perjudicadas fueron las asociaciones juveniles y la participación social de los jóvenes, convirtiéndose más en un recursos económico que en un cauce de participación.
Personalmente le daría la vuelta a la pregunta que da título al artículo, es decir ¿qué se puede hacer por las asociaciones?
Es cierto que la ley puesta en marcha en 2002 supuso una oportunidad perdida de impulsar este movimiento altruista y especialmente el que se lleva a cabo por los jóvenes. Pero quizás una ley, legisla y no simplifica procesos, regula y no fomenta, etc.
Hay algo más, al margen de cierta dificultad en la puesta en marcha y gestión de una asociación, algo relacionado con el escaso interés, que también mencionas en el artículo, que los jóvenes tienen hacia los procesos de participación ciudadana en general y el asociacionismo en particular.
¿Qué nos queda? ¿Lamentarnos? ... Creo que además de lo subrayado en el artículo, también merece la pena destacar que los jóvenes hoy día son expertos conocedores de las nuevas tecnologías de la información, que demuestran un claro interés por las diferentes manifestaciones artísticas: música, cortometrajes, cómic, ... Incluso que son especialmente sensibles a donar parte de su tiempo para la solidaridad y ayuda a los necesitados o damnificados.
En definitiva, que hay base para la participación de los jóvenes, pero que ésta también ha cambiado, llevando implícito cierto grado de especialización de las asociaciones, es decir, hoy día son especialmente activas las que tienen entre sus objetivos un eje temático o materia común: música, rol, videojuegos, internet, ...
Es ahí donde hay margen para el optimismo y es a estos jóvenes con intereses comunes, a los que les podemos hablar de procesos de participación y asociacionismo.
Creo que la vieja idea de asociación de jóvenes del barrio es un terreno, que desgraciadamente va quedando en la memoria o emplazada a las poblaciones con menos índice demográfico o de ámbito rural.
Un saludo.
Y no será que a los jóvenes ya no les interesa asociarse. ¿malo?¿bueno?, en todo caso real. Ver los espectáculos que ofrecen algunas asociaciones que no son más que inventos de 1 persona para recibir subvenciones y tener su cuota de poder (¿?) es una de las principales historias que hay que resolver. No sé quién me dijo una vez que son muy pocos pero si 7 personas han constituido 25 asociaciones no sé lo que es peor, los chavales que se buscan la vida después de terminar su carrera o esta gente ávida de lo público pero que no se atreven a formar parte de un partido. Si alguna vez contáramos los jóvenes que dicen tener las asociaciones en sus filas y los jóvenes que hay en la Región veríamos como son más los primeros que los segundos. Y así, claro, no vamos a ningún lado.
Saludos y gracias por este rincón en donde, por fin, he podido dar mi opinión.
Saludos a los de la foto.
Efectivamente Juan, la situación que nos encontramos no es la misma ahora que hace 5 ó 10 años, pero las necesidad de todo ciudadano de tomar parte de su realidad, de involucrarse, de sentirse parte de “algo”, de tratar con personas, de trabajar en equipo, de conocer a la administración etc… siguen siendo las mismas ahora que antes.
Tales necesidades no se cubren aprobando una asignatura de una carrera concreta, ni aparecen en ningún artículo de ningún periódico, y aunque aparezcan, son aspectos de la vida que no se aprenden a través de la teoría, si no a través de la práctica y sobre todo de una manera involuntaria… (Tú no te planteas a la hora de estar con un grupo de gente que tienes que escuchar lo que dice fulanito o respetar lo que está diciendo menganito).
Aspectos como estos pueden experimentarse al formar parte de una entidad, en la que se está con otras personas con las que se comparten unos intereses, unos fines comunes que son los que originan ese grupo y esa asociación de personas.
Trabajar de manera conjunta para alcanzar unos objetivos compartidos, curte.
Discutir, plantear opiniones, negociar, ceder, llegar a un consenso, curte.
Planificarse el tiempo, los espacios, los recursos disponibles, elegir entre una cosa u otra, curte.
Buscar, indagar, comparar lo que tenemos nosotros con lo que tienen otros, intercambiar, curte.
Conocer trámites administrativos, convocatorias, visitar despachos, hacer gestiones, justificaciones, rellenar formularios, adquirir un determinado vocabulario, curte.
Valorar, reflexionar, evaluar las acciones, criticar, reconocer errores, juzgar, curte.
Etc, etc, etc.
Pues todo esto amigos se puede vivir y experimentar a través de los movimientos asociativos, y lo mejor de todo esto es que todo lo que has aprendido, vivido y sentido es una marca que la llevas presente durante toda la vida. Todos sabemos que de las treinta o cincuenta asignaturas que se dan en una carrera formativa, menos de la mitad son válidas para llevar a cabo tu futuro trabajo, y dependiendo de la rama son o no válidas para tu vida diaria… con todo el tiempo que se invierte, y por no hablar de los aspectos económicos…
Resalto esto, porque los aprendizajes adquiridos en este tipo de organizaciones son efectivos y aplicables a muchísimas de las acciones que lleva a cabo una persona en la vida, en su día a día.
Te enseñan a ser mejor persona, mejor amigo, mejor padre, mejor madre, mejor profesional, mejor ciudadano…
Para mí esto es una razón más (y con mucho peso), por las que debemos, como profesionales de la materia, transmitir la realidad del movimiento asociativo y fomentar las ventajas de tomar parte activa en nuestra sociedad.
Isabel Guerrero.
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