02 junio 2009
INVITADO DEL MES: ALBERTO SOLER
"Lectura, ciudadanía activa y lentejas
Reflexiones leguminosas a partir del Premio Mandarache"
"Un libro no es como un supositorio, que lo lees y te hace efecto sin poner nada de tu parte. Un libro necesita un lector, no un consumidor. Y un lector no se consigue sin educación, cultura, sentido crítico, atención, etc. Crear lectores es caro y no produce beneficios. Es más rentable crear consumidores. Es mejor formar clientes que ciudadanos. Así nos va".
Rafael Reig, “Prohibir la lectura”
El proyecto Mandarache nació en 2004 como una fuerte apuesta de la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Cartagena y de las Bibliotecas Municipales para fomentar los hábitos lectores entre la población juvenil. Sin embargo, la verdadera finalidad de un programa de fomento de la lectura no es tanto la promoción del hecho de leer en sí como de lo que comporta el ser lector. Es decir, no se trata de que las librerías vendan más libros (que también está bien), sino de que los jóvenes de hoy sean hoy mismo ciudadanos despiertos, culturalmente inquietos y con una conciencia crítica estimulada. Ése es, sin lugar a dudas, el objetivo último del Premio Mandarache, un proyecto de fomento de la lectura cuya fórmula se corresponde a la de un premio internacional de narrativa otorgado por un jurado de más de 2.000 jóvenes entre 15 y 30 años, organizados en comités de lectura.
La lectura es reconocida como uno de los instrumentos más eficaces en la visión constructiva de la ciudadanía, pues tiene una función afianzadora de nuestros vínculos sociales. Y es que sin lugar a dudas leer es el mejor ejercicio para adueñarnos de la lengua, vehículo de relación entre los individuos y la sociedad. La calidad de un régimen democrático, aún más en los complacientemente engañosos sistemas neoliberales, depende de la capacidad de los ciudadanos para informarse, criticar las ideas, evaluar los argumentos y justificar las propias decisiones, es decir, de la calidad de su discurso público. Natillas Danone:
es de vital importancia para la democracia que sus ciudadanos sean capaces de manejar de manera crítica y creativa las herramientas que permiten la convivencia favorable y el progreso de la sociedad. Y la principal herramienta es el lenguaje, y la lectura el hábito que debe ser ejercitado para manejar con soltura dicha herramienta, para adueñarse eficazmente de él.
Sin embargo, ¿qué lectura debemos fomentar exactamente entre los jóvenes? ¿y cómo podemos hacerlo? Es complicado, o mejor, hay opiniones muy diversas, y dependerá del objetivo último de cada cual la respuesta a estas preguntas. El mercado editorial, cuya finalidad última (y primera) es vender, ha apostado fuertemente por la llamada literatura juvenil, que -generalizando y siendo tremendamente injusto- se basa en unos personajes (en edad adolescente) no-complejos que viven unas historias con argumentos no-complejos narradas a través de un vocabulario no-complejo pero con altas dosis de moralina, lo que daría lugar a: la novela de la anorexia, la del embarazo adolescente, la de la violencia escolar y, mis favoritos, los libros de vampiros, duendes, dragones y llaves mágicas… Eduardo Mendoza dijo en su presentación en el Premio Mandarache: “libros a la medida del más tonto”.
La argumentación en contra de lo que acabo de afirmar suele ser: “pero es que los jóvenes (nótese la cursiva) no leen los otros libros porque son muy difíciles para ellos”. Peligro. Peligro porque dicho argumento lleva a cientos de profesores y de maestros, y bibliotecarios, instituciones, administraciones, etc. a jugar al éxito, al falso éxito de ofrecer exclusivamente este tipo de lecturas simplificadas (juveniles, a edades más tempranas, y bestselleristas, con los mayores), en lugar de apostar por el arduo trabajo de enseñar a leer, elevar el nivel lector de los jóvenes, acercarlos tanto a los grandes hitos de la literatura como a las publicaciones más recientes, esas que aún no aparecen en los manuales escolares y cuyo conocimiento pertenece casi a los lectores profesionales (escritores, editores, especialistas, etc.), ponerlos al día en la lectura. Por eso el Premio Mandarache apuesta por obras literarias no juveniles, publicadas recientemente por autores en plena producción artística, algunos muy reconocidos y otros emergentes.
Pero hay más “peligros”, o discursos peligrosos ampliamente extendidos. Por ejemplo: El Placer de La Lectura (leer en voz alta con tono de “tomate”) reduce la piel de naranja, aumenta los triglicéridos y uno va con más frecuencia al baño. Leer produce un placer inigualable (ministerio de cultura dixit) que todo el mundo va pregonando a los cuatro vientos. Cuidado. Lo sentimos mucho pero leer no es un placer o, al menos, no al principio. Y si insistimos superficialmente en ese discurso perderemos posibles lectores tras algún tímido intento de abrir un libro. Porque soltarse en la lectura cuesta. Hay que decirlo, sí. Leer es un esfuerzo, y decir lo contrario es mentir al lector discontinuo y conducirlo hacia una más que posible experiencia de frustración que lo aleje para siempre de la lectura. La lectura no es la televisión, ni es el cine, que son medios cálidos y directos, que enlazan directamente con nuestras emociones y nuestro aparato sensorial. Leer es un ejercicio que exige concentración y una alta capacidad para el pensamiento abstracto (es más, éste es su mayor valor, la principal razón por la que defendemos su promoción en las sociedades democráticas en aras de una ciudadanía activa y con capacidad de participación en los asuntos colectivos), y este ejercicio hay que entrenarlo durante horas para que llegue a producir un verdadero placer. Eso sí, el placer que produce entonces estalla en nuestro interior con un grado superlativo de satisfacción personal. Mucha más satisfacción, mucho más placer, que cuando vemos una película que nos maravilla porque, en el caso de la lectura, ese momento mágico, esa explosión de placer, ha sucedido gracias a nuestro esfuerzo. Leer es volver a escribir un libro con los ojos. El mérito es nuestro y el placer es más profundo.
Pero no he terminado. Hay otras creencias muy extendidas y discursos que perjudican el trabajo de promoción de hábitos lectores entre los jóvenes. Otro ejemplo: hay una línea argumental defendida por muchos que afirma que algunas prácticas de consumo cultural relacionadas con los medios audiovisuales son ‘ladrones de lectores’. Este argumento puede dibujar en el imaginario juvenil un perfil de lector cercano al universal personaje-tipo del “empollón”: un chico tímido, con gafas, casposo y con un hablar raro, ampuloso… Aquél que nunca será popular. El que, por definición, no mola. Un cortarrollos. Un pringao, vamos. Como si el que siente afición por el fútbol, o los videojuegos, o ver la tele, no pudiese ser lector. Este discurso, además de simplista y fraudulento, es perjudicial porque juega en contra de nuestros objetivos y desatiende la complejidad de los comportamientos lectores y las prácticas de consumo cultural. Por otro lado, la aparición de Internet y el desarrollo de las tecnologías de la comunicación están cambiado el concepto de lectura al igual que hizo en su día la aparición de la imprenta, y hoy en día resulta obsoleto calibrar los hábitos lectores manejando los mismos criterios que se utilizaban hace quince o veinte años. Y es que navegar por la red requiere leer, y mucho. La red de redes debe ser incluida como ámbito de nuestros proyectos de dinamización juvenil por ser un espacio privilegiado en el que los jóvenes se relacionan socialmente y consumen artefactos culturales.
Fomentar los hábitos lectores es promocionar la ciudadanía activa, a cualquier edad; y en el caso del trabajo con jóvenes debemos abordar esta empresa abandonando paternalismos caducos y sin dar nada por cierto. El proyecto Mandarache en sus primeros cinco años de vida ha hecho leer a más de 8.500 jóvenes de Cartagena porque les ha dado voz y voto, volteando la literatura hacia el lado de los lectores y privilegiando la figura del joven como un “ciudadano en proceso”, no como un adulto-light, sin azúcar, sin cafeína, sin desarrollos emocionales complejos ni relaciones estructuradas con la sociedad.
Escuchamos a menudo frases como: “los jóvenes no leen porque están todo el día enganchados a Internet y al móvil”; “si es que ya no saben ni relacionarse entre ellos”; “sí, sí, han perdido la educación y el respeto y no piensan más que en sí mismos”… Parece que (como siempre ha sucedido) el Apocalipsis se acerca porque las generaciones más jóvenes están perdiendo el rumbo.
Los hábitos juveniles son los que son: lentejas, que diría mi abuela. Y los profesionales de Juventud o los especialistas del libro y la lectura podemos tomarlas o dejarlas, pero no llorar amargamente porque estamos ‘perdiendo’ a nuestros jóvenes. Tenemos que tomar la decisión de acompañarlos por los caminos naturales que ellos están escogiendo, o arrinconarnos a mirar con nostalgia los métodos con los que trabajábamos en los ochenta y que, ¿oh, Dios mío, por qué ya no funcionan?
Tanto en la promoción de hábitos lectores como en el fomento de la ciudadanía activa y la participación juvenil hay que volver la vista hacia los jóvenes, situarse de su lado.
Compañeros, hay que comerse las lentejas.
Alberto Soler
Coordinador del Premio Mandarache de Jóvenes Lectores
http://www.premiomandarache.es/
Cartagena, mayo de 2009
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7 comentarios:
Es muy común escuchar que los jóvenes son cada vez más individualistas, que es muy difícil llegar a ellos y captar su atención con cosas que no sean internet, videojuegos, televisión...etc. La culpa de muchas de nuestras frustraciones laborales la tiene su falta de actitud ante el compromiso, el desinterés, la desmotivación y la falta de participación en nuestras propuestas, pero mientras, seguimos insistiendo en los mismos métodos de trabajo que ya en innumerables ocasiones nos han fallado...por culpa de los jóvenes(?).
En mi opinión, sería más efectivo que hiciesemos un ejercicio de reflexión y se barajase la posibilidad de que a lo mejor lo que fallan son las metodologías con las que trabajamos, que aunque antes han resultado, puede que queden obsoletas ante la realidad social con la que nos encontramos actualmente. El perfil o mejor dicho, los perfiles de los jóvenes actuales cambian a una velocidad vertiginosa y es más, seguirán cambiando, así que el ejercicio de reflexión del que hablaba antes lo tendremos que seguir haciendo en futuro. Por esto y para poder llegar a ellos es necesaria nuestra adaptación para evitar seguir poniendo más ladrillos en el muro que nos separa en muchas ocasiones de los jóvenes.
Otro error que creo que a veces se comete es hablar de "juventud" o "los/las jóvenes" ya que a veces en ciertos contextos no se puede utilizar un concepto tan generalizado, sino que para triunfar en nuestras actuaciones se tienen que atender a las peculiaridades de los jóvenes con los que trabajamos y los contextos a los que pertenecen, y lo más importante de todo,escucharlos y saber leer entre líneas lo que nos están queriendo decir.
Por todo esto creo que se debe cambiar la visión del jóven como que se encuentra en una etapa vital de la que se espera que madure cuanto antes,por un visión del jóven con grandes potencialidades las cuales tienen que aprender a explotar ellos mismos.
Por todo lo expresado anteriormente y redundando en el dicho que ha utilizado Alberto, no podemos cambiar a los jóvenes, nos tenemos que adaptar a sus particularidades...nos tenemos que comer las lentejas...
Mayte Adsúar
Sí señor, menos quejas y más acción. Menos mirarse el ombligo y más observar en qué dirección van las cosas, para que nuestra intervención y nuestras acciones estén en concordancia con la realidad con la que trabajamos.
Estoy de acuerdo contigo Alberto, expresas algo que al leerlo, parece tan evidente, tan claro y tan como “debería de ser”, que cuando levantas la vista del texto y te paras a pensar en cómo va todo y en lo que hace la mayoría, te cuestionas porque algo tan fácil no está en la mente de todo el mundo, porque la sociedad en su totalidad, se deja más llevar por la imagen y la rapidez de los medios de comunicación y tragan, tragan y tragan todo lo que le echen… en lugar de cuestionarse los mensajes, las palabras, los hechos, para así poder establecer su juicio de valor, el suyo propio… Pero supongo que es porque es más cómodo, menos complicado y porque parece que es lo que se lleva, para qué complicarse…
Chicos, creo que tenemos un largo y entretenido camino por delante, que tenemos mucho por lo que, por quien y porqué trabajar y sobre todo debemos aunar fuerzas y criterios comunes para así transmitirlo y despertar, aunque sea a la milésima parte de la sociedad con la que curramos, pero por lo menos hacer que se planteen las cosas, que se pregunten esto porqué es así, que se interesen, que actúen, en fin, que tomen parte de lo que les pertenece….
Este espacio es nuestra voz, podemos expresarnos, escucharnos, intercambiar opiniones, podemos, entre todos, ayudarnos y reciclarnos como profesionales que somos.
Os animo a todos a que utilicéis este espacio y sobre todo os animo a comerse un buen plato de lentejas.
Por cierto, me ha encantado lo de “leer es volver a escribir un libro con los ojos”….
Isabel Guerrero
Qué tal Alberto,
En primer lugar, enhorabuena por tu artículo en particular y por tu trabajo en Cartagena con el Premio Mandarache, en general.
¿Leer? ¿Para qué Alberto? Si lo puedo buscar en el “Ricón del vago”, si una amiga/o me lo pasa por messenger de su hermano, que ya se lo había leído y que hizo un resumen de sobresaliente, anda si hasta creo que de esa ya hay una peli (casi seguro si española y se trata el tema de Guerra Civil) ¿Por qué voy a perder yo un tiempo precioso en leerme esa novela que me ha “mandado” el profe de literatura? Además, el tiempo que me ahorro lo podré emplear en algo mucho mas práctico, uuuummmm, espera no se me ocurre nada ahora mismo, pero seguro que lo hay.
El hábito de lectura está muy poco extendido en nuestro país y especialmente en nuestra Región y es un dato común para jóvenes y adultos. Así como hay eventos culturales establecidos, asentados y extendidos entre generaciones, incluso de un modo inconsciente, dígase el fútbol, la música o las fiestas patronales en honor de cualesquiera que sea el Patrón/a de nuestro pueblo, por contra el hábito de lectura, la cultura de lector/a no es algo que nos toque tan de lleno y que se transmita de un modo popular y menos populista. Seguramente mucho tenga que ver el hecho que comentas de que no es algo placentero a las primeras de cambio, vamos que no es como comerse un bocata de nocilla, ahora que ambos placeres se aúnan en vanguardistas propuestas culturales.
Empecemos modestamente, comencemos porque se sumen a nuestras propuestas los espacios físicos y temporales, los materiales (los libros, cómics, tebeos, …), los grupos de lectura, … Pongámoselo fácil a los jóvenes lectores, que encuentren en nosotros/as un aliado/a en su hábito, en su cultura de lector, quizás si dejan de sentirse un “rara avis” entre el resto de jóvenes habitualmente “no lector” puedan ser el mayor agente potenciador de la cultura del libro entre los jóvenes. Démosle pues un papel protagonista aquellos/as jóvenes que leen habitualmente y que puedan ser ellos quiénes mejor diseñen una campaña de fomento del hábito de la lectura. Comamos lentejas y leamos.
José Angel
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Invitado del mes de Junio'09: Alberto Soler":
¡Vaya un pedazo de artículo este¡ Ya está bien que los técnicos que trabajamos con jóvenes sólo hablemos de lo maravilloso que es nuestro trabajo, lo malos que son los políticos y que los jóvenes son unos pasotas que no hacen las actividades que nosotros les proponemos. ¿Alguna responsabilidad tendremos en todo esto,no?.
Es necesario decir la verdad y que la lectura es una cosa sencilla es una gran estafa. Los demás que hagan lo que quieran pero nuestro éxito radica en trabajar con realidades concretas y actuales y no con deseos de lo que nos gustaría que fuera o con actuaciones que están más pasadas que Carmen la Paraca.
Enhohabuena por tu artículo.
Gracias por vuestras palabras, Equipo y Anónimo!!
Cómo me alegra que hayáis puesto en marcha este blog, y qué honrado me siento al ser el primer invitado.
Sé que será una buena herramienta para contrastar experiencias.
PD: también propongo contrastar experiencias frente a una buena paellita (no todo van a ser lentejas). Junio, Murcia, jau.
aLberto
Teneis toda la razón nuestra asociacio lo que hacees dejar que los joveneces se pongan en nuestro lugar para que asi vean el trabajo que aveces a las asociaciones juveniles nos supone por esocon el cine intentamos atraerlos de una forma eduaica,informativa y en la que se valoren los caracteres de una una sociedad.
Si alguna vez necesitarais ayuda contad con nuestro apoyo es as algunos de nuestros cargos en nuestra asociacion son jovenes en presidencia vice presidenciea etc... es mas yo soy el vicepresidente y tan solo tengo 15 años pero me gusta atraer a los jovenes y que prueben cosas saliendo de la monotonia de simpre y que prueben cosas nuevas educativas.
Un cordial y Afectuoso saludo Asociacion 330x jóvenes cineastas deMolina de Segura.
¡Albertico! Qué gusto da leerte y saberte ahí. Un placer doble por la forma y por el fondo, por el contenido y por el continente, como decía mi profe de literatura. Resulta que existe un programa en nuestra Región que es una maravilla y que aúna dos elementos clave: potenciar al lector/a que todos llevamos dentro y facilitar el ser partícipes en un movimiento ciudadano. Me explicaré un pelín: El premio Mandarache, como muy bien explica Alberto, se centra en las personas más que en el hecho literario y sus parafernalias, y teniendo como referente principal a las personas utiliza la literatura y la ciudadanía como ejes, como medios para mover almas y conciencias. Tiene, a mi entender, dos vertientes educativas claras: una individual que te embarca en el placer/dolor de la lectura, y otra que te sitúa como actor de la cosa pública, como miembro de un jurado que va más allá de ser un simple "elector de libros" para ser parte de un grupo de personas que comparten inquietudes cívicas, asumiendo voz y protagonismo. Esa es la maravilla de Mandarache, ese es el valor de una apuesta arriesgada que ha resultado exitosa. Pero es que además, son las personas jóvenes quienes se han volcado con la iniciativa, demostrando que las generalizaciones y los prejuicios ocultan muchos rostros verdaderos.
Un saludo general y uno particular a ti, Albertico. Ya seguiremos en otra ocasión...
Antonio García Collado
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